El 25 de mayo de 1998, el Very Large Telescope (VLT), el telescopio óptico más grande del mundo, logró su primera luz. Con sólo uno de sus cuatro espejos de 8,2 metros cada uno, ya demostraba una capacidad que superaba a todos los telescopios de su tipo. 

Quince años más tarde, y aunque han aparecido varios a competirle, el telescopio instalado en cerro Paranal, en la Región de Antofagasta en Chile, sigue liderando en capacidad y descubrimientos. Es, por lejos, el telescopio terrestre más productivo del momento. Sus datos permitieron producir, en promedio, más de un artículo científico diario durante 2012 y desde 1998 suma 4.842 investigaciones publicadas en revistas internacionales.

Entre sus hallazgos destaca la primera imagen de un exoplaneta (2004); detectar por primera vez explosiones de rayos gamma, consideradas las más poderosas después del Big Bang, y lograr la medición más precisa de la masa del agujero negro del centro de la Vía Láctea (2008).

Para los astrónomos nacionales, poseer el 10% del tiempo para utilizarlo ha contribuido además al desarrollo de la ciencia, destaca el astrónomo Dante Minniti, investigador de la U. Católica, quien lideró una investigación que descubrió cuatro planetas extrasolares usando el conjunto de telescopios del VLT.

“Tener como laboratorio un observatorio como el VLT les ha permitido a los astrónomos chilenos trabajar al mejor nivel mundial, así como atraer a grandes científicos de todo el mundo para venir a realizar investigaciones trabajando como académicos en universidades chilenas”, destaca María Teresa Ruiz, directora del Centro de Astrofísica y Tecnologías Afines (Cata).

Más allá de la astronomía, el VLT también marcó un hito tecnológico en su diseño. Fue el primero óptico en utilizar grandes y delgados espejos, un desafío para la ingeniería que cambió la forma de construir telescopios.

Fuente: Diario La Tercera, nota redactada por Crsitina Espinoza, para ver la nota original hacer click aquí